jueves, 20 de septiembre de 2007

Prejuicios

Hay que reconocerlo: cada vez que alguien se toma la justicia por su mano, es un fracaso de todos. La sociedad, a pesar de los avances constantes, sigue sin ofrecer un método rápido y definitivo para la resolución de conflictos.

El mero proceso de resolver una controversia presenta, para muchas personas, dificultades tan tediosas que es frecuente la renuncia o la dejación de derechos precisamente para "evitar jaleos", "papeleos" o porque "no quiero líos". En ocasiones, el ejercicio de un derecho, sobre todo si es necesario acudir a los tribunales, es realmente penoso. Y siempre resulta demasiado caro.

No puedo manifestar opinión alguna sobre lo que ocurrió en Cigales ayer, más allá de los hechos. ¿Es justa la causa de ese hombre? ¿Una causa justa admite cualquier defensa? Si bien la experiencia me dice que los que protestan más violentamente no son siempre los que más razones tienen, no conozco el caso de Don Néstor. No sé de quién son los terrenos en litigio, si le fueron arrebatados o expropiados (que no es lo mismo). Tampoco sé si la actuación judicial en este caso ha sido o no correcta.

Sus métodos son inadmisibles, por principio. El sistema actual tiene muchos defectos, es cierto. Pero aceptar estas acciones nos llevaría a aceptar que el más fuerte es el que debe vencer. Es de lo que, paradójicamente, se queja este hombre.


Quisiera, en cambio, hablar de los prejuicios.


Podemos verlos siempre que la televisión escupe uno de estos casos espectaculares. Todos los tenemos. Prejuzgamos.

En Internet, en los bares, por todas partes encontramos gente que apoya a Néstor, aunque no sabe si tiene razón o no. Estas personas saben qué sucedió en tal o en cuál crimen, saben si tal o cual hizo ésto o aquello , a pesar de que no conocen a ninguno de los implicados en el caso y viven a centenares o miles de kilómetros de distancia de todos ellos. Algunos incluso se toman la molestia de acudir a la puerta de las comisarías o los juzgados para aplaudir o abuchear. según los casos.

El ejemplo más espectacular y desgraciado se ha dado en los últimos meses: el caso de Madeleine McCann.

No sé si alguna vez sabremos la verdad. Pero lo cierto es que los padres de esta niña desaparecida han pasado de ser recibidos por el Papa a gastar el dinero que mucha gente -prejuzgando- les había dado para que buscaran a Madeleine en su propia defensa legal. En los últimas semanas parecen mucho más preocupados en salvar el cuello que en buscar a su hija.
Tal vez ellos no hayan tenido que ver nada en la desaparición de su hija, o tal vez sí. Pero lo cierto es que la mayoría de nosotros tenemos una firma opinión al respecto.
A pesar de que no conocemos a los McCann, ni estábamos allí esa noche, a pesar de las pruebas forenses o de la falta de ellas.

¿A quién le gastaría ser juzgado por un jurado de sus iguales?

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