martes, 18 de septiembre de 2007

Tres Bién

Este señor que llama un taxi en la foto es Bernard Kouchner, Ministre des Affaires Étrangères et Européennes de la gloriosa República Francesa. Hasta alcanzar honor de tal responsabilidad, Bernardo era un miembro respetado de la comunidad, conocido por su gran labor humanitaria. Era uno de los fundadores de la prestigiosa organización Médicos sin Fronteras, por ejemplo.

Hace un par de días, Bernardo amenazó con declarar la guerra a Irán si los persas decidían continuar con su programa nuclear.

Cuando lo oí, no pude evitar pensar en Bananas, la película de Woody Allen. Parodia de las continuas algaradas y golpes militares que eran tan frecuentes en la América de los 70, la historia termina con el triunfo de uno de estos barbudos personajes, trasunto de Fidel Castro. El revolucionario, que hasta ese momento se había mostrado razonable y aparentemente preocupado por el bienestar de sus conciudadanos, alcanza la presidencia del imaginario País de San Marcos, y profiere entonces un delirante discurso:
"Apartir de hoy" ordena "el idioma oficial de San Marcos será el Sueco. Todos los ciudadanos de San Marcos se cambiarán de ropa interior cada hora y media. Llevarán la ropa por fuera para que podamos comprobarlo. Todos los menores de dieciséis años pasarán a tener 16 años". Al oírlo, uno de sus hombres exclama: el poder se le ha subido a la cabeza.

Bernardo, tío, el poder se te ha subido a la cabeza.

Lo único que necesitamos ahora es un nuevo conflicto en Persia. No hemos sido capaces de sacar nada en claro en Irak, a pesar de ser un país gobernado por un dictador sin demasiados apoyos entre los suyos (aunque creo que ahora le echan de menos), sin ejército y que, en el momento de la invasión, llevaba varios años sometidos a un brutal bloqueo.

En Irán no encontraremos un enemigo inerme. Ni en Siria, que parece que ahora aparece incluida también en el lote. Aunque no Arabia Saudí, aunque es la fuente de la que nace casi todo el terrorismo de la zona. Curioso.

Dejemos por un momento de lado el gran, gran, grandísimo problema en el que nos meteríamos invadiendo Irán. Aunque esto lo leen niños, no me queda más remedio que preguntar: ¿qué coño le pasa a esta gente?. Son millonarios, les paga el Estado (el que sea) todos los gastos, se aseguran una pensión de jubilación con sólo unos pocos años de trabajo, ¿qué más quieren? ¿Por qué no nos dejan en paz? Porque lo que han hecho en estos últimos diez años no puede calificarse precísamente de brillante. Ni los políticos ni los banqueros.

A diferencia de lo que ocurre en nuestro mundo, parece que no importa que hagan bien o mal su trabajo, ellos siguen ahí. ¿Que la compañía va bien? Me llevo los beneficios. ¿Que va mal? El Estado me cubre, porque si no me cargo todo el entramado. Hace poco el Reino Unido ha tenido que asegurar la liquidez de uno de sus bancos.

Uno, que tiene que trabajar para vivir, no puede dejar de sentir una cierta envidia. Ojalá el Estado me cubriera las espaldas cuando un cliente no me paga, o cuando meto la pata. Pero claro, en nuestro mundo no es así. Si erramos, pagamos el precio.

Pero nosotros seguimos votándoles y comprándoles y defendiéndoles, sin importar cuántas veces nos mientan o demuestren su incapacidad. Se han acostumbrado a que siempre es así, y se nos están subiendo a las barbas. Cada día que pasa, perdemos un poco de nuetro poder como ciudadanos. La política no es fútbol. No se puede ser de un partido político como se es socio de la Cultural. Les pagamos para que hagan un trabajo. Si no lo hacen bien, que pase otro. De una misma corriente de pensamiento, si es la nuestra, pero otro.

Les estamos habituando a que, independientamente de lo que hagan, tienen siempre un número de votos que les es suficiente para seguir subidos en el machito. ¿Qué más les da si nos abstenemos? No tienen vergüenza torera, amigos.

Ahora Sarkozy promete una reforma laboral para antes de fin de año. Espero que todos los trabajadores que le votaron para que eliminara a esos sucios inmigrantes de las calles estén satisfechos de que vaya cumpliendo todo su programa electoral.


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