viernes, 21 de enero de 2011

La "Ley Sinde", Internet, los Derechos de Autor y más cosas que nada tienen que ver entre sí.

Llevo algunos meses conteniéndome para no hablar de estos temas (los que me conocen sabrán apreciar el esfuerzo), más que nada porque hace tiempo que en estas cosas se dejó atrás la racionalidad, sustituida por la demagogia o el marcianismo, según los casos.

En anteriores entradas de este blog he tratado los aspectos jurídicos de los Derechos de Autor y el canon digital, pero visto que nadie más se preocupa por la cuestión, vamos a dejar de lado el derecho para guiarnos por el sentido común, y si alguien está interesado que los lea.

He de comenzar diciendo que, aunque pueda parecer una barbaridad, a mí Internet no me parece una revolución tecnológica tan grande. Recuerdo las discusiones que tuve hace unos años con un amigo, al que no fui capaz de convencer de que no compraba por internet, compraba por correo. Y es que Internet es al correo lo que la imprenta de tipos móviles al lapicero, pero para de contar.
Piratería informática ha habido siempre. Antes, por ejemplo, el pirata te enviaba por correo ordinario una lista de juegos primorosamente impresa en papel de impresora matricial (aquél con agujeros a los lados), tú le hacías la trasferencia por banco y el te remitía los disquetes (ah, los disquetes...) por correo. O comprabas un disco entre varios amigos y se hacían varias copias (cuestión que puede considerarse un uso legítimo del derecho de copia privada, pero ese es otro tema).

Así que Internet no ha hecho otra cosa que simplificar y agilizar el proceso, y dejar sin trabajo a los piratas profesionales (que cobraban por estas cosas), los primeros damnificados de todo este tema.

Más importancia, a mi juicio, tiene la generalización del uso de la informática para cualquier clase de contenido. No hace tanto tiempo era impensable utilizar formatos de archivo para la reproducción de música y video en el ordenador con tan escaso uso de espacio (aunque con esto de las altas definiciones cada vez más, en fin). La antigua piratería informática era sólo de juegos de ordenador, porque era lo único que había. Los nuevos formatos además permiten una reproducción de la misma calidad que el original, y además nuestros equipos domésticos pueden grabar DVD o cualquier otro formato similar. De hecho, la generalización de equipos informáticos en todos los hogares se debe precisamente a la facilidad para el "pirateo".

Llegó con ello también el primer despertar del usuario. Es decir, si puedo grabar un DVD en mi casa por uno o dos euros ¿cómo es posible que me cueste 20 ó 30 Euros en la tienda? La explicación que se da es: se paga al autor, la promoción, etc, etc. Pero los autores cobran una mierda por cada unidad, y un disco de Mozart vale lo mismo o más que uno de The Bright. Y cuando se compra el disco por Internet cuesta lo mismo, teniendo que grabarlo uno en casa.

Así pues la lucha no es entre Internet (que no es más que el mensajero) y el autor (que no se suele hacer de oro con la venta de ejemplares), sino entre sufrido usuario y la industria, que lleva abusando de él durante años.

El objetivo de esta lucha debería ser encontrar una manera de acceder a la obra de autor de forma que éste obtuviera una compensación por su trabajo, si la desea, pero también de la forma más barata para el destinatario. Esto, y no otra cosa es lo que posibilita la amplia difusión de la cultura.
Pero para ello hay que acabar con las obsoletas estructuras que no quieren dejar de lado sus beneficios, y que se han acostumbrado a tener la llave de la difusión cultural (aquí es cultura lo que ellos dicen que lo es, y no otra cosa). Y hay que repensar concienzudamente el papel de las entidades gestoras de derechos de autor, por cuanto son un instrumento también obsoleto y que ha conducido de nuevo, en la práctica, al enriquecimiento del intermediario en detrimento del autor.

En este contexto, es tan inaceptable la férrea defensa del satatus quo que realizan las fuerzas políticas (en este caso con el gobierno a la cabeza) como la opinión de muchos usuarios de que la obra de ingenio es "libre" (leáse gratis) y que por lo tanto hay "derecho" a difundirla, o que su difusión ilegítima es un avance social.
El artífice de la obra de ingenio es el que ha de decidir si desea o no difundirla, y en qué condiciones. Muchas son las personas que viven de su obra, o que aspiran a hacerlo. A pesar de que se intenta dotar de un prestigio social, el trabajo intelectual es tan costoso, desagradable e indigno como pueda serlo cualquier otro, y muchas veces no recibe una remuneración suficiente para su desempeño. Es evidente que aprovecharse del trabajo de los demás es éticamente indefendible, se vista como se vista.

Hay también otra falacia evidente, como es que el internauta que obtiene ilegítimamente una película o una canción habría pagado por ellas de no existir la piratería. Es evidente que es sólo la curiosidad la que mueve a ciertas descargas, y que uno no tarde en arrepentirse de ellas.

Para finalizar me gustaría hacer una sugerencia a las entidades gestoras, o tal vez al gobierno: ya que afirman que su interés es la defensa del autor y de la cultura, impleméntese una plataforma en la que aquellos que se han descargado ilegalmente una obra de ingenio y que, después de disfrutarla, se arrepienten y quieren compensar al autor, puedan hacerlo mediante el pago de la cantidad que tengan por conveniente, de forma anónima, y de forma también que dicha compensación vaya directamente al autor (con las lógicas retenciones fiscales).

No sería muy costoso, y tal vez nos llevaríamos una sorpresa.

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