viernes, 21 de septiembre de 2007

Extrañas Prioridades

Como las muñecas de Famosa, los presidentes autonómicos se acercan al Portal (La Moncloa). A diferencia de aquellos tiernos juguetes, nunca van a dar regalos, sino a pedir dinero. No importa el partido político ni si son nacionalistas o españolistas: todos quieren más dinero.

¿Todos?

Todos no. Ahí tenemos el edificante ejemplo de nuestro provecto líder. Como desprecia la notoriedad, vamos llamarle Juan V. H.


¿Cuál era la gran demanda de Juan V. H. para esta comunidad autónoma? ¿Cientos de millones de Euros, como ha pedido Esperanza A. para su comunidad autónoma? ¡Minucias! Lo que exigió Juan V. H. es que el proyecto de estatuto de autonomía de Castilla y de León no sea modificado en las Cortes.

¿Es que se pretendía recortar partidas presupuestarias millonarias como las recogidas en los estatutos de Cataluña o de Andalucía? De nuevo ¡yo digo no! Juan V. H. es un auténtico líder, no uno de esos mindundis que van por ahí mendigando unas tristes monedas. ¿Es que no somos una de las comunidades más rica, más feliz? ¿Quién puede negar que nuestros jóvenes, que reciben una formación exquisita pagada con los impuestos de todos, trabajan en las mejores empresas de España? ¿Que esas empresas no están en Castilla ni en León? ¡¡Detalles!! Meros tecnicismos, muy por encima del superior intelecto de Juan V. H.


Juan V. H. nos ha salvado de un peligro mayor que la miseria, el exilio y el envejecimiento de la población: que se reconozca que en esta Autonomía hay dos regiones diferentes. Reconocimiento meramente programático, sí, pero que hubiese socavado nuestros más firmes fundamentos morales. Si ya es difícil abandonar una Comunidad Autónoma en la que hemos nacido, ¿no sería el doble de penoso abandonar dos regiones?


De nuevo se nos ha mostrado qué es lo realmente importante. No la mezquina lucha por el dinero, las obras públicas o las subvenciones. No, eso está muy por debajo de nuestra categoría. Lo realmente importante es que todos nos convenzamos que "castillayleón" también existe. Que ha existido desde siempre. Desde antes incluso de que el primero de nuestros antepasados bajara del árbol.


Con este objetivo en mente, ¿qué importancia tiene todo lo demás? La Catedral de León ¿no es acaso un inútil amasijo de piedra y cristal, que nos recuerda ese horrible pasado en el que "castillayleón" todavía no sabía que existía (pero existía)? ¡Conviértase en polvo!


¿El Mastín Leonés? ¡Desaparezca! Pues es más lógico que sea el Mastín Español. ¿No está León en España? Sólo un necio separatista se opondría a tan gloriosa denominación.


¿Hemos de creer los infundios vertidos hace 1.100 años por gentes que se llamaban a sí mismos historiadores, y ni siquiera tenían el título? En cambio, no podemos negar la existencia de "castillayleón", que podemos ver y tocar, que está a nuestro alrededor. Su permanencia es más importante que la de cualquiera de nosotros. A su supervivencia, hemos de inmolar nuestra juventud, nuestros magros recursos, nuestras aldeas, nuestras carreteras y aeropuertos.

¿Qué es todo eso en comparación de la felicidad de vivir en "castillayleón"?


Es esa capacidad de visión, esa facilidad para distinguir lo realmente importante, lo que distingue a los grandes líderes. Es esa visión la que tiene Juan V. H. y de la que tal vez algunos carecemos.

Loor, Oh Juan V. H. ¿Qué sería de nosotros sin ti y sin los tuyos?


¿Podemos acaso imaginarlo?


¿Podemos?

jueves, 20 de septiembre de 2007

Prejuicios

Hay que reconocerlo: cada vez que alguien se toma la justicia por su mano, es un fracaso de todos. La sociedad, a pesar de los avances constantes, sigue sin ofrecer un método rápido y definitivo para la resolución de conflictos.

El mero proceso de resolver una controversia presenta, para muchas personas, dificultades tan tediosas que es frecuente la renuncia o la dejación de derechos precisamente para "evitar jaleos", "papeleos" o porque "no quiero líos". En ocasiones, el ejercicio de un derecho, sobre todo si es necesario acudir a los tribunales, es realmente penoso. Y siempre resulta demasiado caro.

No puedo manifestar opinión alguna sobre lo que ocurrió en Cigales ayer, más allá de los hechos. ¿Es justa la causa de ese hombre? ¿Una causa justa admite cualquier defensa? Si bien la experiencia me dice que los que protestan más violentamente no son siempre los que más razones tienen, no conozco el caso de Don Néstor. No sé de quién son los terrenos en litigio, si le fueron arrebatados o expropiados (que no es lo mismo). Tampoco sé si la actuación judicial en este caso ha sido o no correcta.

Sus métodos son inadmisibles, por principio. El sistema actual tiene muchos defectos, es cierto. Pero aceptar estas acciones nos llevaría a aceptar que el más fuerte es el que debe vencer. Es de lo que, paradójicamente, se queja este hombre.


Quisiera, en cambio, hablar de los prejuicios.


Podemos verlos siempre que la televisión escupe uno de estos casos espectaculares. Todos los tenemos. Prejuzgamos.

En Internet, en los bares, por todas partes encontramos gente que apoya a Néstor, aunque no sabe si tiene razón o no. Estas personas saben qué sucedió en tal o en cuál crimen, saben si tal o cual hizo ésto o aquello , a pesar de que no conocen a ninguno de los implicados en el caso y viven a centenares o miles de kilómetros de distancia de todos ellos. Algunos incluso se toman la molestia de acudir a la puerta de las comisarías o los juzgados para aplaudir o abuchear. según los casos.

El ejemplo más espectacular y desgraciado se ha dado en los últimos meses: el caso de Madeleine McCann.

No sé si alguna vez sabremos la verdad. Pero lo cierto es que los padres de esta niña desaparecida han pasado de ser recibidos por el Papa a gastar el dinero que mucha gente -prejuzgando- les había dado para que buscaran a Madeleine en su propia defensa legal. En los últimas semanas parecen mucho más preocupados en salvar el cuello que en buscar a su hija.
Tal vez ellos no hayan tenido que ver nada en la desaparición de su hija, o tal vez sí. Pero lo cierto es que la mayoría de nosotros tenemos una firma opinión al respecto.
A pesar de que no conocemos a los McCann, ni estábamos allí esa noche, a pesar de las pruebas forenses o de la falta de ellas.

¿A quién le gastaría ser juzgado por un jurado de sus iguales?

miércoles, 19 de septiembre de 2007

¿Quién critica al criticón?

A la polémica medida de la ayuda por hijo, el gobierno ha añadido otra ayuda directa, esta vez para, se dice, facilitar el acceso de los jóvenes a la vivienda de alquiler. De nuevo, la iniciativa ha sido recibida con una extrañamente unánime repulsa por parte no sólo de los partidos, también de los medios y de los criticones ( en adelante, léase "tertulianos").

No voy a discutir si estas medidas van a ser o no efectivas. Carezco del poder de adivinación del que parecen dotados algunos. Así que me mostraré sanamente escéptico. Así, si fracasan podré presumir de que ya lo dije yo, y si por un casual salen bien nadie podrá acusarme de haberlas condenado.

¿Entienden?

Tampoco creo que merezca la pena perder tiempo discutiendo si son medidas electorales, electoralistas, honradas o interesadas. Si esto es mejor o peor que inaugurar las obras siete veces, llevar atrezo a los hospitales para que parezca que están funcionado, que ocultar las tendencias sexuales para que no se espante el electorado... Cada uno tiene su opinión al respecto y la verdad es que lo que importan no son las intenciones, sino el resultado.

Lo que me ha asombrado es la violencia de las críticas.

Hace más de tres décadas que eché a andar y no es la primera vez que veo a éste u otro gobierno toma una medida que parece pensada para salir en los periódicos, que va a costar mucho dinero, y que finalmente se demuestra totalmente inútil. Ninguna de estas paridas son generalmente ni mencionadas. A veces son incluso aplaudidas. ¿Cuál es ahora la diferencia?

Humm...

Hay que reconocer que, como siempre pasa en la política, buena parte de las críticas son interesadas y/o/u estúpidas. Esta misma mañana, alguien llamó a una emisora de radio para quejarse de que el límite de 22.000 Euros era exclusivamente bajo. ¿Quién gana 22.000 Euros?, decía. Otro se quejaba de que entre él y su mujer sólo ganaban 60.000 Euros al año, y que claro se quedaban fuera de las ayudas. Un curioso concepto de las ayudas sociales y una prueba de que las gentes de dinero también tienen una lado tierno. O un guantazo, según se mire.

Pero eso sería lo de siempre. Aquí parece haber algo más.

Se me ha ocurrido (y no sé que opinarán ustedes), que esta es la primera vez que la pasta pasa directamente del gobierno al ciudadano, sin que nadie por el medio (Ayuntamientos, Comunidades Autónomas, Sindicatos, ONGs, etc, etc) pueda poner el cazo.

No son como los cursos del INEM, que no suelen servir para nada más que rellenar el currículo (admito que hay excepciones) y para que algún familiar de alguien se haga pasar por profesor y cobrar una pasta. O como las subvenciones que da el cacique de turno, que sirven para agradecer o castigar según los casos.

No amigos. En este caso los únicos que nos beneficiamos del electoralismo somos nosotros, si es que hay algo de verdad en lo que han dicho.

¿Moralmente condenable?

Yo no sé ustedes. Para mí que es una mejora.

martes, 18 de septiembre de 2007

Tres Bién

Este señor que llama un taxi en la foto es Bernard Kouchner, Ministre des Affaires Étrangères et Européennes de la gloriosa República Francesa. Hasta alcanzar honor de tal responsabilidad, Bernardo era un miembro respetado de la comunidad, conocido por su gran labor humanitaria. Era uno de los fundadores de la prestigiosa organización Médicos sin Fronteras, por ejemplo.

Hace un par de días, Bernardo amenazó con declarar la guerra a Irán si los persas decidían continuar con su programa nuclear.

Cuando lo oí, no pude evitar pensar en Bananas, la película de Woody Allen. Parodia de las continuas algaradas y golpes militares que eran tan frecuentes en la América de los 70, la historia termina con el triunfo de uno de estos barbudos personajes, trasunto de Fidel Castro. El revolucionario, que hasta ese momento se había mostrado razonable y aparentemente preocupado por el bienestar de sus conciudadanos, alcanza la presidencia del imaginario País de San Marcos, y profiere entonces un delirante discurso:
"Apartir de hoy" ordena "el idioma oficial de San Marcos será el Sueco. Todos los ciudadanos de San Marcos se cambiarán de ropa interior cada hora y media. Llevarán la ropa por fuera para que podamos comprobarlo. Todos los menores de dieciséis años pasarán a tener 16 años". Al oírlo, uno de sus hombres exclama: el poder se le ha subido a la cabeza.

Bernardo, tío, el poder se te ha subido a la cabeza.

Lo único que necesitamos ahora es un nuevo conflicto en Persia. No hemos sido capaces de sacar nada en claro en Irak, a pesar de ser un país gobernado por un dictador sin demasiados apoyos entre los suyos (aunque creo que ahora le echan de menos), sin ejército y que, en el momento de la invasión, llevaba varios años sometidos a un brutal bloqueo.

En Irán no encontraremos un enemigo inerme. Ni en Siria, que parece que ahora aparece incluida también en el lote. Aunque no Arabia Saudí, aunque es la fuente de la que nace casi todo el terrorismo de la zona. Curioso.

Dejemos por un momento de lado el gran, gran, grandísimo problema en el que nos meteríamos invadiendo Irán. Aunque esto lo leen niños, no me queda más remedio que preguntar: ¿qué coño le pasa a esta gente?. Son millonarios, les paga el Estado (el que sea) todos los gastos, se aseguran una pensión de jubilación con sólo unos pocos años de trabajo, ¿qué más quieren? ¿Por qué no nos dejan en paz? Porque lo que han hecho en estos últimos diez años no puede calificarse precísamente de brillante. Ni los políticos ni los banqueros.

A diferencia de lo que ocurre en nuestro mundo, parece que no importa que hagan bien o mal su trabajo, ellos siguen ahí. ¿Que la compañía va bien? Me llevo los beneficios. ¿Que va mal? El Estado me cubre, porque si no me cargo todo el entramado. Hace poco el Reino Unido ha tenido que asegurar la liquidez de uno de sus bancos.

Uno, que tiene que trabajar para vivir, no puede dejar de sentir una cierta envidia. Ojalá el Estado me cubriera las espaldas cuando un cliente no me paga, o cuando meto la pata. Pero claro, en nuestro mundo no es así. Si erramos, pagamos el precio.

Pero nosotros seguimos votándoles y comprándoles y defendiéndoles, sin importar cuántas veces nos mientan o demuestren su incapacidad. Se han acostumbrado a que siempre es así, y se nos están subiendo a las barbas. Cada día que pasa, perdemos un poco de nuetro poder como ciudadanos. La política no es fútbol. No se puede ser de un partido político como se es socio de la Cultural. Les pagamos para que hagan un trabajo. Si no lo hacen bien, que pase otro. De una misma corriente de pensamiento, si es la nuestra, pero otro.

Les estamos habituando a que, independientamente de lo que hagan, tienen siempre un número de votos que les es suficiente para seguir subidos en el machito. ¿Qué más les da si nos abstenemos? No tienen vergüenza torera, amigos.

Ahora Sarkozy promete una reforma laboral para antes de fin de año. Espero que todos los trabajadores que le votaron para que eliminara a esos sucios inmigrantes de las calles estén satisfechos de que vaya cumpliendo todo su programa electoral.


lunes, 17 de septiembre de 2007

El discutible procedimiento de reforma de los Estatutos de Automía

En un artículo anterior, explicamos cómo no es posible, en la actualidad, hacer diferenciaciones jurídicas entre las Comunidades Autónomas. Eso no impide que existan todavía algunas diferencias (como el Régimen Fiscal Especial de Navarra y el País Vasco), o que puedan existir nuevas diferencias en el futuro.

Para entender ésto hemos de comprender las especial naturaleza jurídica de la normas denominadas Estatutos de Autonomía (en adelante, EA).

Todos los EA son Leyes Orgánicas. Reguladas en el artículo 81 de la CE, las Leyes Orgánicas se caracterizan porque necesitan, para su aprobación, una mayoría superior en el Congreso de los Diputados que una ley ordinaria y porque sólo pueden ser materia de Ley Orgánica las que señala la Constitución. Aunque hace años se discutió cuál debía ser la relación entre las Leyes Orgánicas y la ordinarias, existe el consenso en la doctrina actualmente de entender que es una relación no de jerarquía -las LO no son jerárquicamente superiores a las ordinarias- sino de competencia -las materias propias de LO única y exclusivamente pueden ser incluidas en una LO-. En cambio una LO tiene un rango siempre inferior a la Constitución. De manera que la Constitución en ningún caso puede ser modificada por una LO (un Estatuto de Autonomía). El que diga lo contrario miente, y miente interesadamente.

Todas las LO, incluidos los EA, son leyes de las Cortes Generales. Ninguna Comunidad Autónoma puede aprobar una LO. La especialidad de los EA es que la iniciativa legislativa pertenece, en exclusiva a la correspondiente Comunidad Autónoma.

La Constitución regula, con cierto detalle, la redacción inicial de los EA, en el momento de la creación de cada Comunidad Autónoma. En cambio, no regula la modificación de los EA. Es por ello que, en la última legislatura, se ha discutido cómo ha de ha realizarse esta modificación, especialmente cómo debe tratarse la iniciativa de reforma, salida de un Parlamento Autonómico en las Cortes Generales. Se discutió así si era necesaria en algunos casos una comisión mixta Autonomía-Estado Central, aunque, a mi juicio acertadamente, se desechó esta tesis.
En cambio sí se ha admitido la posibilidad de que las Cortes Generales modifiquen un proyecto de EA. No creo que esta haya sido una buena solución. ¿Por qué?

La iniciativa de una CA para la reforma de su EA, una vez sale de su Parlamento, escapa con este sistema de su control. Creo que dicha iniciativa podría, en caso de considerarse oportuno, ser rechazada (como lo fue el llamado Plan Ibarretxe). En este caso, podría ser modificada por la propia Comunidad Autónoma si lo desea.

Ahora lo que puede suceder es que las Cortes Generales modifiquen un EA sin que ni el Parlamento ni la ciudadanía de una Autonomía puedan hacer nada. Al menos en las comunidades que fueron denominadas de vía lenta en las que, como dijimos, no existe referéndum de aprobación.

Vamos a poner un ejemplo ilustrativo.

Hace poco, apareció en el Diario de León la noticia de que se paralizaba la aprobación de la reforma del Estatuto de Autonomía de Castilla y León en las Cortes, porque el grupo socialista considera que debe darse mayor reconocimiento a la singularidad de León.

Hombre, es algo con lo que yo, como leonés, estoy de acuerdo, pero el problema es el sistema elegido. Vamos a exagerar.

Recordemos que esta Comunidad Autónoma, a pesar de lo que puede leerse o escucharse por ahí, no tiene capital. Tanto en el EA actual como en el Proyecto habla de "sedes de las instituciones de C y León" y señala que una ley fijará dónde se encuentran. Todos sabemos dónde están la mayoría de ellas, pero eso no convierte a esa ciudad en Capital de nada.

Supongamos ahora que en las Cortes Generales se decide que haya dos capitales, una en Burgos y otra en León - yo creo que sería lo lógico- y se reforma la distribución territorial para el reconocimiento de las dos regiones: León y Castilla.

Independientemente de que estemos de acuerdo con ello o no ¿no sería completamente diferente de lo que han aprobado nuestros representantes que, nos gusten más o menos, han sido elegidos democráticamente?

¿Qué diríamos si se hiciera la contrario? Supongamos ahora que se aprueba que la capital es Valladolid. ¿No estaríamos en contra?

Lo que es peor: ¿no se han hecho tanto el proyecto como las posibles reformas de éste en las Cortes de espaldas a los ciudadanos de Castilla y de León?

Esta peligrosa posibilidad, que mina el sistema Autonómico español (está por ver si para bien o para mal) se ha aceptado alegremente porque sirvió para "pararles los pies" a los catalanes. Pero todos tenemos ahora el peligro en nuestro propio patio.

Va siendo hora de reformar la CE, para que se incluya el referéndum en la reforma de todos los EA, solución a mi juicio elegante para estos problemas.

¿Serán capaces de dejar a un lado los problemas partidistas y la demagogia para ponerse de acuerdo en estas cuestiones?

No sea pardillo, hombre.

 
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