lunes, 23 de agosto de 2010

¡PRINGAOS!

No, no me refiero a los señores de la foto. Hablo de ustedes, señoras y señores. Porque sí, este es un artículo repleto de demagogia. De la buena, espero.

Si a usted le preocupa todavía el mundo que le rodea, tal vez haya encontrado este verano motivos para la queja desabrida: que si toros sí, que si toros no, que si Melilla sí, que si Melilla no, que si la señora de Obama sí, que si la señora de Obama no, en fín, estas cosillas con las que nos entretienen.

En medio de todo esto, se ha aprobado de tapadillo una reforma laboral. Tal vez usted, atento seguidor de la actualidad, haya oído hablar del tema y piense que está informado, pero pierda toda esperanza. No lo está.

Recordará que la tal reforma comenzó con un Decreto Ley aprobado por el Gobierno (al parecer en materia laboral siempre existe una extraordinaria y urgente necesidad de reformar las normas que no existe en otros casos) y que fue inmediata y salvajemente criticado por el resto de los partidos políticos. Lo que ha hecho el gobierno ahí está y que cada uno lo juzgue.

Hábilmente, nuestro gobierno decidió que el Decreto Ley se tramitara como proyecto de Ley. Así, podrían introducirse en él enmiendas por el resto de los grupos políticos si lo deseaban. Es forzoso recordar que el gobierno carece en la actualidad de mayoría absoluta, así que podría haberse dado el caso de aprobarse una norma completamente distinta y aún contraria a lo propuesto por el gobierno (aunque supongo que para eso alguno de los implicados debería tener una ideología, pero eso es tema para otro día).

Una maniobra arriesgada, pensaran algunos.

¡Pringaos!

He aquí que sorprendentemente, las enmiendas presentadas por los partidos políticos no han trascendido a la opinión pública. Bueno, alguna un poco, como la propuesta del PP de que se prohibiera el Derecho de Huelga durante la negociación colectiva, lo que supongo que redundaría inmediatamente en la creación de puestos de trabajo. Pero en seguida se acallaron todas las informaciones, con lo que el público en general desconoce qué propuestas presentaban los restantes partidos de nuestro parlamento, ni aún aquél llamado, antes o después, a suceder al actual gobierno, que todo llega en esta vida.

Pero no acaba ahí la cosa. Después de decir lo mala que era la reforma del gobierno, de insistir en la tontuna e incapacidad de nuestros actuales dirigentes, de pretender unas elecciones anticipadas, la propuesta del gobierno se aceptó sin casi modificaciones.

Ciertamente, dirá el lector con buena memoria, el PP votó en contra, y también otros partidos, y no fue sino la perfidia nacionalista la que posibilitó, vía abstención, la aprobación de la reforma.

¡Pero que Pringaos!

Cada uno representó su papel, pero al final salió lo que ya estaba pactado, por más que se intente salvar la cara por algunos. Otra vez se usa a un gobierno de izquierdas (es un decir) para hacer reformas que no se admitirían en ningún caso a la derecha.

Ahora el ciudadano Rajoy dice que la reforma es malísima y que el propone otra diferente. ¿Quiere usted conocerla? Pues no consulte el programa del PP, amigo, consulte los Diarios de las Cámaras, porque allí están las propuestas que realmente se han hecho.

Así que si cuando está usted viendo su corrida de toros, o fuera protestando contra el maltrato animal, o visitando Melilla, o si cuando se cruce usted con la Sra. de Obama por la calle nota como un escozor en los cuartos traseros, que sepa que tal vez mientras miraba donde no debía tendría que haber estado guardando su espalda, y que se la han vuelto a colar.

Y que si cuando va votar en las próximas elecciones lo hace en la creencia de que alguien va a hacer algo por cambiarlo, esté seguro de ello. Ahora, no pretenda que el cambio sea a mejor.

No sea pringao, hombre.



 
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