viernes, 8 de junio de 2012

TONTOS DEL CULO


Es oficial. Se les ha ido la olla. 

Supongo que habrá un término médico para lo que les pasa, pero lo desconozco.

Esta semana hemos podido ver como una policía en funciones de escolta ha impedido que un senador hable con el presidente del gobierno en el parlamento, como el partido mayoritario se niega a que comparezcan en el parlamento varios altos funcionarios, responsables políticos y económicos (algunos lo habían pedido ellos mismos) y como se está rompiendo la disciplina de partido en León, en vista de que el ministro Soria quiere acabar con la cuencas mineras ya, en vez de dejarlas que se desangren lentamente como se estaba haciendo hasta el momento, con gran éxito.

Ah sí, ahora también se insultan entre ellos. 


La semana pasada alguien había decidido cerrar un colegio en la montaña, en Riaño y que los niños hicieran 120 kilómetros diarios por carreteras de montaña en invierno para aprender a leer y escribir, esas cosas que tienen los pobres. El ministro Wert, que pasó por aquí esta semana, acabó por reconocer que esto no es una alternativa, que el gobierno no está para hacer ingeniería social y decirle a la gente dónde tiene que vivir, y que si hay que dejar el colegio de Riaño abierto qué se le va a hacer.

Creo que esta reflexión, un oasis de racionalidad dentro del desierto de sinrazón que nos vemos obligados a cruzar cada día, debería extenderse por todas las administraciones, empezando por el propio autor de las declaraciones, que parece no aplicarla tan a menudo con sería deseable.
Nos han arrojado en manos de economistas que no ven más que cifras y han convertido a los altos funcionarios en aristócratas, que opinan que un gasto de 13.000 € es una fruslería (hay españoles que no lo ganan trabajando honradamente en todo un año) o que el pueblo es una molestia que hay que mantener lejos, porque huele y no tiene classsse.

Eso es algo que más o menos sabíamos, pero ahora en la categoría de los desarrapados que deben mantenerse alejados, aunque sea a golpes, se encuentran incluidos no sólo los simples ciudadanos como usted o como yo: también los senadores, los alcaldes y todos aquellos que no obedezcan las órdenes a pies juntillas o que nos vengan con sus cosas a la hora del café, con lo molesto que es eso.

Cuentan que en el reinado de Felipe IV se presentó ante el rey un comerciante de la corte para hacer diversas peticiones, relacionadas con sus intereses. El Rey, que no se ocupaba de estos temas, le dijo que era mejor que esas cuestiones que se las presentara al valido, el Conde-duque de Olivares, a lo que el hombre respondió: “Si pudiera hablar con el Conde-duque no habría pedido audiencia a su majestad”.

Esta gente ha perdido el norte, creen que están colocados en su puesto por la gracia de Dios, olvidando que en nuestra forma de gobierno, la autoridad surge del consenso de los administrados.

Creen que pueden matar a todo un sector económico y de paso a la provincia de León (y buena parte de Asturias), rompiendo la palabra dada, cerrar colegios en la montaña, prohibir que la gente siga con su medio de vida y en su tierra porque en un papel hay una cifra que no cuadra. No importan las personas que hay detrás ni qué nos suceda a todos.

Han prendido la hoguera.

Veremos quién es capaz de apagarla ahora.

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